A Silver Mt. Zion
(2000)
47 min.
I
Llegué al universo de esta banda a la inversa de cómo suele
hacerse: los conocí a ellos primero, y a Godspeed You! Black Emperor después.
Para quién no conozca a ninguna de las dos, baste con decir que son colectivos
canadienses (¿o uno solo?) de música post-rock en su mayoría instrumental, los
cuales comparten muchos de sus miembros. Entre esos se encuentra, por supuesto,
la mente maestra: Efrim Menuck, anarquista, genio, figura. Yo no sabía nada de
eso, claro. Sólo me agradó el nombre de la banda, y me parece que los hallé buscando
álbumes con títulos kilométricos. No me arrepiento; ellos han sido una de las
experiencias más importantes de mi vida como escucha. No sólo han hecho música
que me agrada, sino que me abrieron un mundo. ¿Y porque no?
Como averiguaría después,
Godspeed se encarga de componer las piezas insondables, enormes, con crescendos
de 10 minutos. Las piezas de Silver Mt. Zion, en cambio, rara vez pasan de esa
duración. Son un lado accesible hacia el post-rock, pero no por esto uno fácil ni
simplón. Requieren paciencia, pero (al menos en este álbum) no te piden ningún
tipo de ideología ni tres horas de tu tiempo. Acaso por ello fueron tan buena
puerta para que yo entrara al mundo de su género, y a la forma en que ellos lo
manejan en particular: rudos, sombríos, circulares, sin concesiones, pero
también casi sin defectos.
1. Broken Chord Can Sing a Little – Disonancia y minimalismo. Lenta
hasta el punto de causar terror y circular hasta causar claustrofobia. Toma
tiempo agarrarle cariño, pero sí lo termina logrando. Sobre todo su final y la
progresión hacia la siguiente pista por medio de una grabación de palabra
hablada son soberbias. 8
2. Sit in the Middle of Three
Galloping Dogs – La canción que me hizo apegarme al post-rock. El
juego de violines es hipnotizante, la batería impredecible, las guitarras (aunque
puestas en el asiento trasero) inquietantes. El giro de melodía a un minuto del
final es de mis cosas favoritas en el mundo sonoro. Si no van a oír el álbum,
oigan esta por lo menos. 9.5
3. Stumble then Rise
on Some Awkward Morning – Retoma la melodía de la pista anterior en un tono
más melancólico, reemplazando la batería apabullante por cuerdas de piano
suaves y oscuras. Hacia el final, por fin, hay un clímax y un cambio de
melodía, pero no deja de apoyarse en esos dos instrumentos. No es lo más
inspirado del disco, pero satisface. 7
4. Movie (Never Made)
– Una joyita preciosa e inesperada. Se conforma de piano, bajo, eventualmente
violín y la extraña voz de Efrim Menuck hablando de un paisaje apocalíptico en
donde el viento pronuncia el nombre se nuestros abuelos. Los instrumentos
reflejan esa oscuridad mediante su minimalismo. El final de la letra es hermoso. “Don’t be
afraid that the parade will not pass our way…” Otra obligada. 9
5. Thirteen Angels Standing Guard Round the
Side of Your Bed – La
canción más extraña del album. Han pasado más de dos años desde que la
oí por primera vez y todavía no sé cómo hicieron esos sonidos. El loop
sempiterno de lo que parecen voces de seres desconocidos hace sentir la canción
más larga de lo que es en verdad, y la experiencia se convierte casi en algo
religioso. Perfecta para meditar o reflexionar. 8
6. Blown-out Joy From
Heaven’s Mercied Hole – La voz de Menuck regresa, acompañada de un
contrabajo que toca un loop similar al de la pista anterior, pero sólo por
breves momentos antes de dejarle el mando a la instrumentación. Su intrusión me
hace pensar en un despertar del letargo inducido por “13 Angels…”, lo cual
logra al principio. La canción sigue, sin embargo, sin construir un crescendo
demasiado satisfactorio más allá de un piano jazz muy lindo. Con todo, no
justifica su duración de 9 minutos y es un momento bajo del álbum. 6.5
7. For Wanda – Mucha
gente dice que el post-rock la hace llorar, pero a mí, aunque me encanta y me
mueve, nunca me ha pasado con canción que no sea esta. Una sencilla construcción
de ruido vario en el fondo, con violín y piano al frente. Un homenaje a la
perrita de Efrim, fallecida durante las grabaciones. Los instrumentos se
entienden como por intuición, y forman momentos, vértices de sonido, que por
más que quiera no puedo explicar. Una de mis pistas cerradoras predilectas, y una
que trae el círculo a buen cierre, recordando el ambiente mínimo de “Broken
Chord…”. 10
III
No puedo decir mucho de la sensación que deja el álbum al
terminar, porque no soy muy objetivo. Para mí es una sensación de concordia y
de confirmación: es uno de mis álbumes favoritos, y confirmo que lo he escogido
bien. Dicho esto, se puede hablar de una tremenda tranquilidad, quizá traída
por la catarsis de la emocional pista cerradora, y sobre todo de sus notas
finales, que no hace falta ser un analista brutal para saber representan al
cielo. Como un todo, He Has Left Us Alone…
funciona cual una exposición del uso minimalista y efectivo de ciertos
instrumentos, y puede ser que por eso también deje un paladar en calma, puesto
que nunca es muy estruendoso ni se basa tanto en crescendos como en pequeños
giros de tuerca y melodías sutiles que viajan en espiral.
La recomendación es para todo
público que tenga paciencia. Si les gusta la música clásica, por ejemplo, o el
jazz lento. Si buscan en sus escuchas un fin gratificante inmediato, aléjense
de este álbum, pero también del género por completo. Y es que es posible hacer
una generalización tal: A Silver Mt. Zion, y este álbum en particular son tan
representativos del post-rock bien hecho que, si ellos no te cuadran, es muy
difícil que conectes con alguna otra banda de las que han inspirado. Puede ser
que Explosions in the Sky y los pasajes pop de Sigur Rós sean excepciones a
eso, pero tales cosas son irrelevantes. Lo que debe ser dicho ha sido dicho, y
el círculo se ha cerrado hasta que decidamos abrirlo de nuevo, con las inquietantes
notas de “Broken Chord…”. Porque eso sí, créanme, una vez que se le toma cariño
a estas canciones se vuelven amigos memorables para las noches tranquilas;
incluso las que no dicen una sola palabra.
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