sábado, 6 de octubre de 2012

The 2nd Law



Muse
(2012)
53 min.


I

Mucho ha sido dicho. La verdad es que ellos mismos cavaron su propia tumba informando a la prensa que Skrillex sería una influencia en su próximo disco. Para mí fue una noticia extraña y un tanto triste, sí; pero no una bofetada. Primero que nada, llego a este álbum sin esperar de Muse otro Origin of Symmetry, como parece no ser el caso de muchos otros soñadores. No escuché The Resistance más que en fragmentos, pero ya desde Black Holes & Revelations es muy evidente que los tiempos de esa gloria contestataria, estridente y fresca han quedado atrás. Muse son ahora fabricantes de ganchos comerciales —contribuyentes en letras mayúsculas al imaginario pop de nuestras décadas. Eso no es malo por sí mismo. ¿Pero en qué sentido se ha tomado la banda este nuevo derrotero? La mayor influencia indicaría algo bueno: el amor por Queen es casi generalizado. Pero también es cierto que esos zapatos —los zapatos de “Bohemian Rhapsody”, de “Another One Bites the Dust” y de un etc. infinito— son del tamaño de un tractor industrial alemán para cada dedo. Y bueno, meter a Freddie Mercury en la licuadora con Skrillex puede resultar en un coctel molotov.

¿Lo hace? Sorprendentemente no. Pero el resultado que sí emerge de la mezcla tampoco es muy halagüeño. Ya veremos por qué, paso a paso. Por ahora baste decir que Matt Bellamy y compañía saldrán de esta aventura con la mayoría de su base de fans intacta, excepto por los pobres ilusos que todavía esperaban algo como lo de los viejos tiempos, y que tendrán que ir a pastar a nuevos horizontes. En la tercera sección también quisiera hablarles de un doble error dentro de la fanaticada de Muse; pero por ahora dejemos que el disco gire.

II

1. Supremacy – Ellos querían que esta canción estuviera en la nueva película de Bond; y se nota. Tiene muchos de los defectos que se le han imputado al Muse de últimos tiempos —letra mediocre, sobre-dramatización, un sentimiento épico injustificado—, aunque la sección orquestal se oye bien. La voz de Bellamy también suena en gran condición y la guitarra atruena el piso. Estoy dispuesto a perdonar los defectos aquí, porque es el inicio y quizá querían comenzar con todo. La canción termina con fenomenal estruendo y luego…

2. Madness –…todo se derrumba. Desde los primeros coros, uno sabe que esto no va bien. Una canción de amor más desabrida que la magnesia, y mucho menos saludable. Una mala parodia de Queen —no un homenaje— puesta encima de un sintetizador tipo Kraftwerk que nunca va a ningún lado y el infame “ma-ma-ma-ma-mamama” del que seguramente han oído ya. Las rimas son ingenuas como colegialas de colegio privado (“air/care” “light/realize”), y el final deja un sabor plano y desinflado. Infumable.

3. Panic Station – No tiene una pizca de originalidad, pero está bastante mejor. Por lo menos tiene sabor y brío; se le puede considerar un homenaje digno del estilo Queen. Toda la canción es bastante decente y rítmica, pero hacia el final entra una festiva sección de trompetas que realmente me gusta. Pone de buen humor, aunque no suena al Muse de antaño. También es bueno que no traten de ser épicos por un momento y sólo se diviertan.

4. Prelude – Un minuto de orquesta, muy similar al soundtrack de cualquier película de Ridley Scott. Campanitas y piano “conmovedor” incluidas. Era innecesario separarla de la pista siguiente.

5. Survival – Cuando el preludio anterior acalla, queda una escueta línea de piano que guía hacia el tema oficial de los Juegos Olímpicos 2012. No sé qué pensar. Creo que es tan kitsch, tan derivativa, tan llena de clichés, con tantas referencias sonoras forzadas a Bohemian Rhapsody, tan bombástica, tan estrepitosamente mala; que termina por ser algo casi bueno. Como las películas de Ed Wood. Ahora, si quedaba alguna esperanza de profundidad lírica, la enterraron muy abajo.

6. Follow Me – De todas las canciones anteriores que pudieron rehacer con un twist de sintetizador, eligieron la espantosa “Invincible.” Los resultados son de esperarse; el coro suena como si los 80’s en su encarnación más rosa hubieran vomitado sobre una licuadora y los versos no conservan una melodía recordable, sino que Bellamy gime y grita a intervalos desiguales y lánguidos. ¿La letra? “Follow me/ you can trust in me.” Espantosa.

7. Animals – Una buena canción. Por ciertos momentos parece que estoy siendo engañado, o bien que todo este champurrado disparejo ha sido una mala broma. Esta canción no desmerecería en ninguno de sus álbumes. La melodía vocal es vaga, pero la sutileza instrumental es de agradecerse; no explotan al principio de la canción sin motivo, sino que esperan al momento preciso, y todo se siente en su lugar. Muy disfrutable. Hasta se siente nostalgia. La mejor.

8. Explorers – Un piano pseudosensible, y otra re-imaginación —más descarada— de “Invincible.” Juzgando por la cantidad de veces que Bellamy dice “free me” en este disco, parecería que es un prisionero de Alcatraz —y uno muy cursi. Cuando entra la batería, y después el pandero, la canción se vuelve casi disfrutable, si no fuera por la letra ridícula y los coros blandos con que cierra. No es asquerosa, pero hay mucha melaza.

9. Big Freeze – Comienza interesante, pero los coritos blandos continúan. Y Bellamy sigue hablando de escapar (¿de qué?). Admitiré que el coro suena bien, atrapa por un momento. La instrumentación también se oye linda y vigorosa; más del lado simplemente alegre que del melodramático. De nuevo, no es terrible si no se toma en cuenta —y no hacerlo es casi imposible— el derramamiento de miel. Luego pasa algo muy extraño. Bellamy se calla.

10. Save Me - ¿El bajista se llama Chris, verdad? Bueno, pues él canta ahora. No lo hace mal, aunque tampoco demuestra mucha personalidad. Es un descanso no tener que estarte cuidando del falsete perforador de Bellamy, pero es también cierto que sin él lo demás no se siente Muse. Falta brillo. Tampoco ayuda que la canción sea tan lenta. Oscila entre lo lindamente hipnótico y lo meramente repetitivo. El último minuto suena muy bien. La letra es mala, pero se siente más honesta que los “free me” de las otras canciones. Aceptable.

11. Liquid State – Chris sigue cantando. Esta vez tanto él como su canción tienen más punch; el riff de guitarra inicial es atrapante y la canción toma un ritmo de cabalgata interesante. En el coro aparecen sintetizadores sutiles, que no amenazan ni entierran la estructura principal de la canción. Eso es bueno, porque esa estructura es una canción rock directa y bien ejecutada. La tendencia de Muse a pedir cosas en sus letras (hold me, free me, feed me, sabe me) es, eso sí, ya muy molesta. No es ninguna maravilla, pero funciona como un buen rocker, aunque se olvida muy fácil.

12. The 2nd Law: Unsustainable – La canción que preparó el desastre. Recuerdo la reacción nuclear cuando se filtró a internet. La voz robótica, los violines melodramáticos, la melodía machacadora como hecha por un electrodoméstico roto… Bellamy reaparece, pero sólo para gritar sonidos chirriantes sobre una pared de ruido indistinguible. En general todo es un desorden de sonidos, y aunque de eso trata la canción —desorden—, no justifica la cacofonía. No es un desastre total, pero sí es mala e incómoda de escuchar.

13. The 2nd Law: Isolated System – Suena como una pieza de Moby mezclada con grabaciones de noticieros, y eso funciona sorprendentemente bien; como muchos averiguamos con el remix de UNKLE a “God Moving over the Face of the Waters.” Es instrumental, es electrónica, pero nada suena a licuadoras diabólicas. Todo está en su lugar, y hasta produce cierta intriga. Los samples y loops funcionan y le dan un sentimiento arquitectónico a la pieza. De lo mejor, junto con “Animals.”

III
Escucharlo completo es un tanto agotador, porque es un disco largo y, para colmo, no es uno bueno. Sin embargo, me quedan ganas de volver a algunas canciones. Las dos que ya apunté como destacadas, y quizá “Panic Station” o “Supremacy.” Sin embargo, eso es muy poco. Es una pena que mis momentos favoritos sean esos en donde dejan de hacer eso de lo que parecen haberse enamorado: jugar a Queen tocando en Wembley. Desearía que algún día lograran volver a ser ellos, pero lo dudo. Es muy difícil salir cuando se entra en una espiral de autoparodia, que además está impulsada por el propio ego. Sí, porque el ego de Bellamy sólo se compara —contemporáneamente— con el de Brandon Flowers, de The Killers. Ninguno ha llevado a su banda por buen camino, así que anoten bien.

Ahora, el doble problema del que quería hablarles. Hay fans de Muse, ya lo hemos dicho, que esperan otro álbum como los clásicos, y que han explotado en rabia con éste. Esa es la primera parte. Pero también hay gente crédula e maleable que pretende camuflar está conjunción dispareja de pistas sin rumbo fijo como “experimentación.” No es experimentación. No puede haber experimentación en algo que sólo se regodea en ideas trilladas. La experimentación es un proceso de filtro, en el que uno escucha música distinta e incorpora, naturalmente, elementos a su propio sonido. Esto es una copia dispareja y nada natural. Sólo escuchen “Survival”; eso no es experimental en ningún sentido, sólo es una imitación deslucida.

Del disco sólo queda decir que no es un completo desastre, esperar que sea su punto más bajo, y suspirar con preocupación. Alguna vez tuvimos una banda interesante; alguna vez, hace muchos años. Ahora tenemos otra, un monstruo distinto. Si hemos de escucharlos en el futuro, habrá que ajustarse a ello. Pero a mí, sinceramente y a pesar de los flashazos de talento que muestran aquí, se me está acabando la paciencia.

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