lunes, 17 de diciembre de 2012

Turn on the Bright Lights


Interpol
(2002)
49 min.

I

¿Qué es la mística para una pieza musical? Un sentimiento, el reconocimiento interior de que lo que se está oyendo es grande, importante. Pero se pone más complicado que eso. Uno termina por no saber si la mística precede a la importancia, por ejemplo. En el caso de las sinfonías clásicas, es difícil no oírlas con un oído atento a la mística, consciente de la importancia histórica de la pieza. Es por eso que todos callan atónitos al escuchar música clásica, aunque no sea de su entero gusto. Pero hay otras ocasiones en que surgen piezas contemporáneas que —aunque mucho más limitadas en instrumentación, composición y técnica— presentan un grado elevadísimo de mística. Son piezas que hacen sentir al escucha que las estaba esperando. Que la vida no es más que premonición al momento de la revelación —parecido a la catarsis aristotélica—, en el que uno escucha esa canción, ese disco. Piezas que, a pesar de no tener historia, nacen ya con relevancia y presencia de gigante.

Para esto, hay géneros que se prestan mejor que otros, y el post-punk es de los más beneficiados. La seducción del bajo, la guitarra que corre en ciclos, mareando, y la atmósfera que, en general, invoca humo, trajes negros, melancolía. Hay gente que se aburre a morir con Joy Division o This Heat, y no los culpo; no es un género que le vaya bien a todos. No se trata de elitismo: no es que los fans del post-punk tengan un mejor oído, sino que lo tienen ya afinado (desde siempre) a esas notas específicas —la conexión con una pieza musical es algo que se lleva dentro. El punto de estas líneas es explorar esa mística en un álbum que es para nosotros, hoy, lo que Unknown Pleasures o Deceit fueran para décadas anteriores. Turn on the Bright Lights es un álbum con mística debido a su ambigüedad/oscuridad temática, su apego a las raíces de su nacimiento, y la eficiencia en ejecución de sus músicos. Es un álbum con la capacidad de transportar a ese NY desolado y frío del que habla, o bien en convertir a cualquier ciudad, cualquier sitio, en el recipiente de esa atmósfera. Es un álbum que crea momentos.


II
1. Untitled – Sostengo que la mística de éste álbum se mantiene, en gran medida, gracias a tres pilares de minimalismo lírico repartidos en él, los cuales confieren a la música ambigüedad y ambiente. “Untitled” es el primero de esos pilares, con instrumentación brillante y una letra que no dice absolutamente nada, como si guardara un secreto imposiblemente grande. Los fills de Fogarino en la batería son creativos a más no poder, las guitarras van y vienen como el ciclo del océano, y el bajo se mantiene, por ahora, en una relativa sombra. La letra dice que algún día nos sorprenderán. Uno termina pensando que ya lo han hecho.

2. Obstacle 1 – Es difícil encontrar listas que no proclamen a esta pista como una de las mejores en la década pasada. De nuevo, y como se volverá un sello personal, la letra es críptica, pero mucho menos minimalista que en “Untitled”. Esto hace al escucha pensar que, tras un inicio atmosférico, ahora la banda muestra que puede subir el volumen, cambiar la marcha. Lo logran. La transición al coro es sencillamente espectacular, y Carlos D. entrega su primera gran línea de bajo. Banks aúlla “I’ll never see your face again” con desesperación, casi sin aire. “Obstacle 1” es un clásico porque transmite esa desesperación a nuestros pechos —nos explota.

3. NYC – Pero después de la explosión viene la calma. “NYC” es una de las canciones más lentas y con letra más descifrable del álbum. En cierto sentido también es atmosférica, pero no minimalista. La letra está justo en el centro aquí, hablando de las calles desoladas y sucias de ese NY descarnado que vio crecer a Banks. La instrumentación cumple en el sentido que la de “Subterranean Homesick Blues” cumple en Radiohead: como perfecta plataforma para la idea lírica. “It’s up to me now, turn on the bright lights.” De nuevo, somos transportados: buscamos un cambio en nuestras vidas, pero la ciudad despiadada nos lo niega. Un himno.

4. PDA – Retomamos la marcha rápida. La canción que le consiguió a Interpol un contrato discográfico justifica tal estatus con guitarras especialmente chirriantes y una línea de bajo frenética, sobre un coro de insondable significado —pero imposible de sacarte de la cabeza. “We have 200 couches where you can sleep tight, grin right.” No, no tengo idea de qué habla. No me importa. “PDA” es como manejar a toda velocidad por un túnel desierto, y eso siempre será encomiable. El outro es de la mejor música del álbum. De la década. Memorable como experiencia sonora, aunque uno no sepa porqué.

5. Say Hello to the Angels – Muchos fans adoran esta canción, y puedo ver porque. Seguimos en marcha rápida, y esta vez tomamos la mayor velocidad que Interpol sabe tomar. Parece ser que aquí, por momentos, casi olvidan la atmósfera y se dedican a tocar, a divertirse. Sin duda, esto se traduce en un momento excitante en vivo, pero he de decir que siempre me ha parecido un quiebre dentro del disco. Es bueno escucharlos frenéticos, y es una buena canción para agitar la cabellera un rato, pero no va del todo con el resto. Hubiera preferido que este fuera un single y “Specialist” estuviera aquí, pero bueno, eso es imposible y aún así, no puedo quejarme tan amargamente. Es una canción divertida.

6. Hands Away – Este es el segundo pilar de minimalismo atmosférico en el álbum. Parecería más una idea para una canción que una canción terminada, y les recriminé eso por mucho tiempo. Sentía que esa guitarra deslizante y el fill monótono de Fogarino no tenían porque terminar tras 3 minutos, sino que debían crecer hacia alturas increíbles. Pero… ¿por qué? Al terminarla pronto, Interpol mantiene sus secretos guardados y entrega una pieza repleta de misterio. Una favorita personal, perfecta como es.

7. Obstacle 2 – Retomamos la marcha normal, con el “Obstacle” menospreciado. No tiene el carisma de su contraparte 1, porque no tiene la misma desesperación en la voz ni proeza en la línea de bajo. Pero no decepciona; sólo es una canción diferente. La voz de Banks y la guitarra de Kessler se mueven con más sensualidad que peasar, recordándonos que la oscuridad no sólo crea melancolía. También hay bohemia, y encanto. Vale la pena.

8. Stella Was a Diver and She Was Always Down – Favorita absoluta de mucha fanaticada. Además de tener un gran título, “Stella” nos presenta a Interpol en el tope de su habilidad musical. Al ser una canción más bien extensa, cada uno de los miembros recibe tiempo de lucimiento, y lo aprovechan al máximo. Pero nunca se convierte en una competencia, la canción en sí suena unificada, cohesiva alrededor de un núcleo de amor desesperado —similar a “Obstacle 1”. Constantes cambios de ritmo, estructura intrincada, declaraciones de amor desaforadas, juguetes sexuales catatónicos. “Stella” es un triunfo de la arquitectura, una canción con capa sobre capa, pero que encaja perfectamente. O quizá es tan perfecta por esa variedad inexplicable, pero cósmicamente alineada. Obligada.

9. Roland – Lo siento, no me gusta “Roland”. No la detesto, no es una mal canción, pero no me agrada la forma en que irrumpe en el álbum. “Say Hello…” también rompía el ritmo, pero es una canción con mucho más encanto e idea que esta. Por momentosel grito de Banks me resulta irritante, cosa que no ocurría con los anteriores momentos duros del álbum. El efecto de pared sonora que logra la sección rítmica es encomiable desde un punto de vista técnico, pero la canción es más bien olvidable. El puente hacia el final de la pista es de lo mejor, eso sí. Pasable.

10. The New – Otra favorita personal, y una a la que no le puse atención por mucho tiempo. Siempre que llegaba a este punto del disco, me impacientaba y ponía “Leif Erikson” de una vez, pero eso era un error. Comienza a un ritmo muy bajo, sutil, y escala en el coro de la mano de la voz de Banks. De nuevo, el tema parece ser una relación enfermiza, enmarcada por una ciudad oscura. “I can’t pretend I don’t need to defend some part of me from you.” Parece que tenemos un slow-burner lindo y común a la vista, pero a la mitad todo cambia. Hay un puente sórdido, surrealista en el trabajo de guitarra, que da lugar a una sección instrumental donde Carlos D. se luce en el bajo. Su trabajo es difícil de describir, elegante pero rebelde, oscuro pero saltarín. “The New” resalta porque, a medio camino, abandona la lírica y le deja todo a la música. Y habla más de ese modo. Tremenda.

11. Leif Erikson – El tercer pilar minimalista del disco. En esta ocasión no es que la letra sea mínima, sino que habla del minimalismo romántico por su nombre. Habla de sentimientos reprimidos dentro de hieleras, y de amores expresados “subliminalmente.” Todo esto enmarcado por un lento pandero y guitarra cíclica, al mismo ritmo de “The New”. El último minuto hace crecer la melodía mediante un empujón de parte de la sección rítmica, y un cambio de tono en Banks, quien, imperceptiblemente, pasa del suspiro al aullido. Notamos la misma desesperación que en “Obstacle” y “Stella”, sobrepuesta encima de algunas preciosas notas finales en la guitarra de Kessler. Luego todo para, sin outro ni explicación; sin nada. De nuevo, se han guardado los secretos.

III

Entonces, tenemos que el álbum se compone por tres columnas de atmósfera, que sostienen un grupo de canciones más dinámicas, todas impulsadas por un núcleo de oscuridad elegante. Hay dos rupturas en el ambiente del álbum, que son breves y no representan una amenaza para el sentimiento del disco. En cierto modo, supongo que se justifican estas rupturas. NY es melancólica, oscura, sensual, sí —pero también es sórdida y rápida en ocasiones. Mas NY no es sólo esa ciudad en sí; es una representación de todos nosotros, en la ciudad en que nos encontremos. Ciudad, eso me queda claro, éste es un álbum urbano. Las luces a las que se refiere el título —y el acto de encenderlas— se refieren a la forma en que uno enfrenta la oscuridad en la vida, pero también son literales. El álbum se escucha mejor de noche, bajo el abrigo de callejones y lámparas de neón.

¿Por qué un álbum melancólico deja una sonrisa en el rostro y ganas innegables de escucharlo otra vez? Para mí, la respuesta yace en que las canciones toman la melancolía y la dramatizan, para que uno la pueda cantar y sacar mediante el movimiento del cuerpo. Es por eso que este álbum no sería tan bueno si fuese pura atmósfera; eso sería demasiado intelectual. Por el contrario, un álbum compuesto de pura dinámica carecería de alma y mensaje. ¿Y por qué es tan importante para nosotros? Porque el post-punk parecía un género muerto, y fueron cuatro neoyorquinos empedernidos quienes tuvieron la visión de traerlo a la vida; quienes hicieron la conexión entre los oscuros sentimientos de la ciudad en el siglo XXI y las argucias musicales de treinta años atrás. Y luego, lo sacaron adelante con pasión y competencia. No está mal para un debut. Es por eso que lo hemos hecho un clásico, pero la mística del álbum no se basa en esa importancia que ha hallado —se encuentra en sí mismo, en su perfecta conjunción de claros y oscuros.

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