Sí, Audiorama vive. O mejor dicho,
vive de nuevo, como un monstruo de la ficción gótica decimonónica. A pesar de
que terminar el proyecto en una lista relativa al fin del mundo resultaba
tentador y poético, he de admitir que hubiera sentido un pinchazo de
arrepentimiento. Este proyecto me da una liberación, necesitada, del mundo de los
libros —que aunque maravilloso, llega a cegar ante otras cosas, a dejarlo a uno
fuera de las modas, de los movimientos sociales, una eterna víctima del ostrakón moderno. Así que trataré de
revivir este espacio de verdad, con entradas que si bien no tendrán un ritmo
definido y relampagueante, tampoco se espaciaran por meses.
Esta entrada, he de decirlo, me la
venía saboreando desde hace unas dos semanas. Sin embargo, sentado ante la
pantalla del ordenador, nunca sabía cómo poner las cosas. En el espacio que me
ha llevado decidirme a regresar Audiorama y escribir este artículo en
específico, algunas cosas han pasado: los álbumes de Kashmir y Yeah Yeah Yeah’s
han salido a la luz, por lo tanto restando importancia de novedad a los
sencillos ‘Seraphina’ y ‘Sacrilege’ respectivamente. Del primero baste decir
que me parece una canción encantadora que pudo ser mejor sin tanta
sobreproducción (un mal que aqueja a todo el álbum, E.A.R., del cual tengo planeada una reseña completa). El segundo
caso, en cambio, me agarró por sorpresa. No esperaba gran cosa, dado que nunca
he sido fan de la banda y la portada del disco Mosquito no parecía nada alentadora. Me equivoqué, al menos en
cuanto al sencillo: es duro, fresco y divertido. Me recuerda a su corte ‘Gold
Lion’, sólo que mejorado por el coro góspel que usan hacia el final y el
perfecto video sexoso. En resumen, me sorprendió, pero ahora ya se puede
escuchar el disco completo y al parecer no le ha ido bien con la crítica.
Entonces, baste con hacer aquí un
recuento de otros sencillos relevantes que pertenecen a discos cuya estadía en
la sombra no ha terminado, dando de comer a nuestra expectativa anual —y miren
que este año nos ha puesto particularmente gordos.
Sigur Rós – ‘Brennisteinn’ (Kveikur)
Cuando la banda dejó ir a Kjartan
Sveinsson, pensé que se nos venía encima una tragedia. Más tarde apareció un
video en el cual dejaban escuchar 30 segundos de algo nuevo, algo extraño, y ya
no temí más. Ese algo raro era ‘Brennisteinn’, una canción que me devuelve la
esperanza de que los veteranos islandeses todavía guarden aires de renovación y
furia creativa en sus pechos. No puedo describir el corte sin usar esa palabra:
furia. No habían sonado así de desencadenados desde ( ), con la excepción de brevísimos momentos de Med Sud i Eyrum…. Pareciera que están
desesperados por mostrar que Kjartan no era necesariamente lo que los hacía
buenos músicos, y en su desesperación han producido una pieza de post-rock
tradicional, pesado, poderoso como el toro que aparece en el video. Por cierto,
en ese video se han dejado de rodeos y han aparecido por primera vez (sin
contar los documentales Heima e Inni) como músicos, tocando. Todo sobre
‘Brennistein’ —ese acto de presencia inusitado, los tambores amenazantes, el
clímax hinchado cerca de los 5 minutos— hace pensar que la banda quiere
establecer que está aquí, presente, y que no ha perdido un ápice de fuerza. Eso
importa puesto que un Sigur Rós sano es una verdadera fuerza de la naturaleza,
un huracán definitivo; y eso me tiene muy, muy emocionado.
The National – ‘Demons’ / ‘Don’t Swallow the Cap’ (Trouble Will Find Me)
Lo primero que cayó a nosotros de
este disco fue una portada que dividió opiniones (a mí me encanta) y el
tracklist, que no incluía ‘Rylan’, una muy linda canción que habían estado
tocando en vivo. He de admitir que eso me desanimó un poco, pues era mi
favorita de cuanto material nuevo había escuchado. Luego surgieron estas dos. No
diré que cubren un espectro emocional muy grande, pero eso está bien porque
nunca le pediré a The National algo que no sea hacerme sentir mal de un modo
exquisito. Lo logran: ‘Demons’ tarda en hacer click, con su sección de viento
escondida tras una pared de guitarras. El harmonium oscila sobre un ritmo 7/4
que se intensifica hasta llegar al fin del puente, dónde las guitarras parecen
ser tocadas con las manos deshilachadas, sin fuerza ni convicción. En otras
palabras, reflejando perfectamente el mood
de The National. ‘Don’t Swallow the Cap’, por su parte, fue una sorpresa total.
Nadie esperaba que soltaran 2 canciones juntas, y menos que la segunda superara
a la primera. El ritmo ya no es tan extraño como el de ‘Demons’ —de hecho me
recuerda en este respecto a ‘Bloodbuzz Ohio’—, pero todo eso se compensa con un
coro infeccioso, y una letra pobladísima de versos memorables: “Everything I
love is out to sea” “Tiny bubbles hang above me / It’s a sign that someone
loves me” “I have only two emotions / Careful fear and dead devotion” y , por
supuesto, “If you want to see me cry / Play Let it Be or Nevermind”. Algunos
escuchas de prueba afortunados reportan que el álbum en ningún momento baja de
nivel con respecto a estos dos sencillos. Si es así, tendré que callarme la
boca y perdonarles la omisión de ‘Rylan’. Esperemos.
Daft Punk – ‘Get Lucky’ (Random Access Memories)
Ayer lei un tweet que resume
bastante bien mis pensamientos sobre este sencillo. Parafraseando, iba algo así
como “¿Hicieron tanto pedo por algo que parece funk de hace 30 años?” En
efecto, ‘Get Lucky’ simplemente no suena nueva. Eso no significa que no tenga
virtudes, claro: para empezar, es divertidísima. El coro es sencillamente
imposible de sacar de la cabeza una vez que entra, a pesar de que en una
primera escucha suena molesto y desafinado. Una de las cosas que me molestan un
tanto sobre la canción es que, en mi opinión, Daft Punk no está en el asiento
delantero. La parte vocal de Pharrell Williams es lo que más se nota, mientras
que la música funk-disco de Nile Rodgers opaca los intentos de intervención por
parte del dúo francés. Parece mucho más una colaboración de Daft Punk en un
disco de Pharrell que viceversa. Como sea, no es una mala canción, sólo no me
habla del futuro musical del modo en que ‘Aerodynamic’ o ‘Around the World’ lo
hacían. Me habla del pasado. Eso no es malo, sólo no es lo que espero y gusto
de Daft Punk. Veamos si la versión del álbum, que durará más de 6 minutos,
incluye partes más protagónicas para ellos.
Queens of the Stone Age – ‘My God is the Sun’ (…Like Clockwork)
Si me quejé de que Daft Punk no
está siendo Daft Punk en ‘Get Lucky’, ahora es momento de declarar que ‘My God
is the Sun’ es demasiado QOTSA para mi gusto. Mi problema con este sencillo es
que le veo el elemento que intangiblemente hace a la banda de Josh Homme tan
distintiva: la agresión, y el regodeo en ella. El problema es que aunque las
guitarras y los golpes de tambor están ahí, no van en beneficio de una melodía
fuerte sino de su propio existir como ejemplos de agresión. ‘No One Knows’, ‘3’s
and 7’s’, ‘Go With the Flow’, y otras grandes canciones de la banda solían
tener un fondo melódico muy fuerte, que justificaba toda la fuerza desmedida
que Homme y los suyos soltaban. ‘My God is the Sun’ no tiene este fondo, en mi
opinión. Son 4 minutos de tamborazo y guitarrazo sin que nada llegue a nada, ni
conecte con otra cosa, ni provoque ganas de cantar, ni me lleve a mover el pie
siquiera. La dicción de Homme también es muy pobre por momentos. De lo mejor es
el coro y la inclusión de maracas, que por lo menos le dan una semblanza de
vibra propia a la canción. Es QOTSA, sí, pero rutinario y falto de inspiración.
Preocupante.
Austra
– ‘Home’ (Olympia)
Hace unos años surgió una canción
preciosa llamada ‘What Else is There?’, firmada por Röyksopp en colaboración
con Karin Dreijer de The Knife. Siempre me había preguntado a qué hubiera
sonado un disco entero de esa combinación, y mi respuesta es Austra. La voz de
Katie Stelmanis no es tan distintiva como la de Karin, pero sí es igual de bella;
mientras que quienes la acompañan tienen todo el talento de Röyksopp, si no
más. Este año estaremos recibiendo su segundo LP, después de un intento debut —Feel it Break— que no recibió la
atención debida según creo. ‘Home’ es el primer corte desprendido de este nuevo
álbum, Olympia, y suena un tanto diferente a lo que la banda acostumbraba hasta
entonces. Todavía siento la vibra tribal del primer disco, pero parece estar
siendo usada para efectos más festivos que oscuros —por lo tanto ‘Home’
despierta en mí un resplandor de alegría, mas sin el involucramiento emocional
de canciones pasadas como la fabulosa ‘Spellwork’. Si tuviera que encontrar una
diferencia, aunque no es tan fácil,
diría que en Feel it Break estaban
concentrados en lograr un sonido poderoso, en cubrir de sintetizadores y voz
una fuerte base de música tribal, pero en ‘Home’ no están cubriendo la base del
todo. Los sintetizadores suenan más acallados, subordinados al ritmo tribal,
como si buscaran más hacer bailar que hacer escuchar. A reserva de saber si
esta dirección es en efecto la que prevalecerá en Olympia, le doy la bienvenida, puesto que está lograda con arte y
técnica impecables.
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