sábado, 18 de junio de 2016

No todo merece un ensayo #1

I – No todo merece un ensayo

Estoy atrapado entre la espada y la pared, y esto es así como mi vigésimo intento de escapar, de lograr ser claro y productivo como pienso, creo, me han dicho, que la gente exitosa debe ser. No soy una persona con muchos amigos cercanos, e incluso los que tengo quizá no me sientan a mí como cercano —suelo mantener mis emociones amuralladas lejos de la gente. Así las cosas, les diré a qué me refiero, porque aunque para mí esto es el pan de cada día, puede que sea algo que ustedes no conocen. Son dos cosas, como ya adivinarán por lo de la espada y la pared. La primera, tengo muchas ideas. La segunda, estoy eternamente bloqueado para llevarlas a cabo.

La razón, he concluido, es que soy excesivamente ambicioso y lacerante conmigo mismo. Nada de lo que hago cumple con mis propios estándares de dios olímpico. Y esto no es sano. Pero también, como corolario trágico, me resulta imposible tolerar la petulancia de cualquier tipo de psicólogo o terapeuta psíquico, así que voy a tratar de solucionar la cosa, al menos medianamente, por otros medios.

La idea de este proyectito es, como su nombre lo indica, la noción de que no todas las ideas tienen que ser desarrolladas hasta el hartazgo para ser valiosas. Se las puede achicar, comprimir en cápsulas, dejar una simple constancia de ellas y seguir adelante sin perder el sueño porque ya siente uno la fatiga de la investigación y la carga de bibliografía que se le viene encima con la escritura de un texto largo. Además, comprimir las ideas tiene la ventaja adicional de ser un mapa para el escritor olvidadizo: una vez puestas estas ideas sobre la mesa, aunque sea en forma primitiva, se puede regresar a ellas cuando uno quiera y expandirlas cuando el tiempo y la voluntad alcancen. A lo mejor, si hay suerte, hasta surja una especie de orden a partir del desbarajuste.

Van, entonces, cuatro cápsulas, cuatro esbozos…